Recientemente talentOrigami ha participado en la jornada de puertas abiertas de una escuela a cuyos estudiantes, de edades comprendidas entre los 16 y 22 años, se les ha planteado la necesidad de adaptar su método de enseñanza. De lo tratado en este encuentro y en otras ponencias relacionadas con el aprendizaje de los jóvenes de este siglo XXI, surge la reflexión de este post.
“Concéntrate, no te despistes”, es una de las frases que más he escuchado pronunciar al profesor de piano que le imparte clases a mi hijo. ¿Es la falta de atención un mal generalizado entre niños, adolescentes y jóvenes estudiantes de hoy en día? ¿Es posible que sean demasiados los 30 segundos de concentración que requieren las breves piezas musicales que acostumbra a tocar mi hijo de seis años?
La respuesta no es sencilla. De hecho podríamos, en un ejercicio de aparente ambigüedad, llegar a confirmar y refutar al mismo tiempo este dilema.
Confirmemos primero, y para ello nos ayudaremos de un especialista en educación que ha publicado unas interesante conclusiones sobre cómo se aprende hoy en dia. Se trata de Marc Prensky (From on the Horizon, MCB University Press, Vol 9 num 5 October 2001), responsable del término “nativo digital” en contraposición a “inmigrante digital” (y que cada lector se ubique en el grupo que crea conveniente a partir de lo explicado a continuación).
Los estudiantes del siglo XXI son nativos digitales. Estos han experimentado un cambio radical sobre cómo acceden a la información con respecto a sus predecesores. Y en consecuencia han aprendido a tratarla de forma diferente.
Son personas que:
- quieren recibir la información de forma rápida (gratificación y satisfacción inmediata es lo que les motiva),
- pueden desarrollar varias tareas al mismo tiempo (leer, escuchar música y chatear con el amig@),
- son más visuales, prefieren gráficos y fotos a textos (efecto lectura en pantalla),
- tienen capacidad de relacionar diferentes temas al mismo tiempo (hipertextualidad),
- pueden trabajar en red, cooperando (efecto de las redes sociales),
- se acercan a la tarea de forma lúdica (frente al rigor),
- necesitan observar resultados, por lo que prefieren la experiencia práctica a la teórica y la información que les estimula debe ser breve (consecuencia del gran volumen de información a la que acceden), dando así respuesta a la impaciencia y poca atención que les caracteriza.
Estas circunstancias evidencian la necesidad de adaptación que requieren los métodos de enseñanza actuales en cualquier nivel de desarrollo dirigido a esta generación digital. Así como de la urgencia de dar respuesta a esta realidad presente en escuelas y universidades.
Todo esto no excluye que se deba renunciar a formar en otras competencias que le serán igualmente útiles a estos nativos digitales cuando tenga que entrar en contacto con la realidad social y relacional. No podemos relegar su educación emocional a un segundo plano. Sino, ¿qué pasará cuando se enfrenten a situaciones de fracaso o frustración? o ¿cuándo la tarea requiera una práctica sistemática para conseguir resultados?.
Si el objetivo es preparar para el futuro a personas completas con el máximo de recursos, deberíamos apoyar la convivencia de recursos pedagógicos digitales con emocionales. En el equilibrio está la virtud, que diría Aristóteles.
Quizás por éste y otros motivos, dejo que mi hijo continúe aporreando el piano -considero que la música facilita el desarrollo de múltiples competencias cognitivas y emocionales- y que mantenga su lectura mientras examina las instrucciones de algún juego de ordenador.