Si en el anterior post comentamos que «el liderazgo es un aprendizaje continuado», en éste queremos desarrollar la idea de que las habilidades directivas no son propias del hombre o de la mujer, sino de cada persona individual.
El hecho de que alguien tenga un estilo u otro de liderazgo depende de múltiples variables: el sector donde esté trabajando, la experiencia acumulada, los referentes con los que se identifique, el tipo de responsabilidad adquirida… Lógicamente cada contexto llevará a desarrollar unas habilidades más que otras.
Existen dos líneas de pensamiento interesantes que tratan el tema de las habilidades directivas en clave de género. La primera se decanta por centrarse, más que en las aptitudes, en el tipo de cualidades femeninas o masculinas que se dan tanto en hombres como en mujeres y que, son claves, para la configuración de la personalidad (de una forma o más femenina o más masculina).
La segunda de las teorías mantiene que sí existen diferentes estilos de dirección entre hombres y mujeres. Y se muestra como ejemplo una serie de características dominantes en las mujeres directivas:
- Orientarse hacia las personas.
- Poseer de habilidades sociales.
- Desarrollar la cooperación.
- Mostrarse autoexigentes.
En definitiva, un buen estilo de gestión de una mujer directiva se puede reconocer cuando se prima la consecución de los objetivos a través de la cooperación, se fomenta la comunicación y la relación interpersonal, y se establece una dirección participativa.
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